Hasta hace tan sólo unos años las Cajas de Ahorro eran entidades solventes y arraigadas en su territorio. Cuando llegó la fiebre inmobiliaria, la mayoría de estas entidades no quiso perderse este bocado tan sabroso.
El final de este cuento es de sobra conocido: falta de liquidez, inyección de dinero público e intervención del Estado aderezado además por algunos escándalos como el de las indemnizaciones millonarias de algunos directivos de cajas.
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