viernes, 25 de febrero de 2011

El Frente Popular contra la República.

El Frente Popular no era, desde luego, monárquico, pero el hecho de que se camuflase como republicano durante la guerra –para sugerir que mantenía la legitimidad de la república del 14 de abril– ha causado enorme confusión entre la práctica totalidad de los historiadores. Así, sigue siendo muy común denominar "republicano" al bando finalmente derrotado, atribuyéndole una esencial continuidad de 1931 a 1939.

Stanley Payne, con más agudeza, lo ha llamado "Tercera República". En rigor, el Frente Popular fue no solo diferente, sino literalmente opuesto a la II República. Esta república duró apenas cinco años, en los que sufrió dos grandes bandazos que terminaron haciéndola naufragar. En su primer bandazo, un bienio largo de poder republicano-socialista, el impulso democrático original del régimen se vio alterado en una Constitución que convertía en ciudadanos de segunda a los eclesiásticos y en medida menor a los católicos en general. Aun así, podía considerársele un sistema democrático, en la medida en que invocaba las libertades y permitía la alternancia en el poder y la corrección de las leyes más dañinas.

El balance de ese bienio fue muy negativo: parálisis económica, hambre extendida, represiones, anulación de gran parte de las libertades por la Ley de Defensa de la República, sangrientos levantamientos anarquistas, el pequeño golpe de Sanjurjo, etc. Con esta experiencia, a finales de 1933 el pueblo votó mayoritariamente a la derecha. Se abrió así un nuevo bienio, llamado "negro" por las izquierdas, pese a que en él se reactivó la economía, empezó a descender el hambre y mejoraron algo las libertades. Pero el nuevo ciclo se convirtió en otro fuerte bandazo porque la izquierda no aceptó la voz de las urnas y adoptó posturas desestabilizadoras o se dispuso lisa y llanamente a asaltar la República (el PSOE) para implantar su dictadura de partido, llamada "del proletariado", mientras en Cataluña la Esquerra preparaba algo muy parecido a la secesión. Estos movimientos socialistas y separatistas eran concebidos textualmente como guerras civiles.

Las izquierdas fracasaron entonces, pero no aprendieron nada sustancial de la experiencia. Parte de ellas siguieron empeñadas en preparar un nuevo y definitivo asalto, otras pensaron en una coalición electoral, que recibiría más tarde el nombre comunista de Frente Popular. Su programa, elaborado por los republicanos de izquierda, suele presentarse como moderado, pero solo lo era por comparación con la línea crudamente insurreccional de los anarquistas y los socialistas de Largo Caballero. En realidad, trataba de impedir que la derecha volviera a gobernar, es decir, impedir la alternancia, como expuso el propio Azaña, e imponer una dictadura tipo PRI mejicano, régimen admirado por las izquierdas burguesas, con una oposición de adorno, reducida a la impotencia. Pensaban conseguirlo desde el poder mediante lo que llamaban republicanización de las instituciones, es decir, depurando las mismas, cambiando las leyes y sometiendo los jueces a un control estricto.

Esta coalición se hizo con el poder en las elecciones del Frente Popular en febrero de 1936, plagadas de violencias, amenazas e irregularidades, y cuyas cifras de votos nunca se publicaron. Siguió una serie de ilegalidades, como la arbitraria revisión de actas para quitar a la derecha numerosos escaños, la destitución del presidente Alcalá-Zamora y otras por el estilo, acompañadas de amenazas de muerte en las propias Cortes. Mientras, la parte más radical del Frente practicaba una verdadera orgía de asesinatos, incendios, vandalismos, invasiones de fincas, etc. Doble movimiento, pues, de destrucción de la legalidad republicana desde el gobierno y de avances revolucionarios desde la calle.

La realidad de esta doble vertiente del Frente Popular está hoy perfecta y minuciosamente documentada. Sus componentes creyeron ganada la partida, incluso cuando algunos militares y gran parte de la población terminaron por sublevarse. Entonces vieron llegada la ocasión de aniquilar absolutamente a las derechas, a la Iglesia y otras muchas cosas. Pero, contra lo que esperaban, fueron perdiendo la guerra. Y se stalinizaron más y más (el PCE, minoritario en 1936, se hizo enseguida el más fuerte, nutrido, disciplinado y hegemónico en el ejército). Aun así, los odios entre las izquierdas eran tan fuertes que, de haber vencido el Frente Popular, muy probablemente habría seguido otra guerra civil entre ellas. De hecho, tuvieron dos miniguerras civiles dentro de la general. Aquel régimen destruyó la II República y, al ser derrotado, no pudo estabilizarse. Por eso prefiero llamarlo simplemente "Frente Popular", expresión de raigambre stalinista, en lugar de "Tercera República".

Decía Paul Johnson que nuestra guerra civil es uno de los acontecimientos del siglo XX sobre los que se han contado más mentiras. El aserto puede extenderse a la República y el franquismo. Y a la misma Transición, como vengo a recordar en un libro reciente. Pero no hay solo las mentiras abiertas productos de la propaganda. Cuenta también la desatención, la escasa penetración crítica de tantos historiadores, también de derechas, que aceptan sin reflexión los conceptos elaborados por la propaganda. La guerra civil no se dio entre franquistas y republicanos, sino entre el bando nacional y el del Frente Popular. Y ocurrió justamente porque el Frente Popular destruyó la II República.

2 comentarios:

  1. No se te puede quitar ni una coma.


    saludos

    ResponderEliminar
  2. Grandes verdades las que usted cuenta. Esto sí es Memoria Histórica y no las falacias que pretenden hacernos creer. Reciba mi más sincera enhorabuena-

    ResponderEliminar