lunes, 28 de febrero de 2011

El abrazo real.

Comprendo y admiro que el Rey, al tratar institucionalmente con Carrillo, olvidara los estúpidos insultos que le había prodigado Carrillo. Pero me resisto a aceptar la “fascinación” del Rey ante la ejecutoria completa de un hombre a quien según el editorial de “El País” los españoles habían rechazado por millones en junio de 1977 porque su ejecutoria se hundía en las sombras de la guerra civil... y en tantas oscuridades del exilio, los años que he llamado de hierro y de sangre. El hecho de que la represión de Madrid se dirigiera salvaje pero fríamente a la aniquilación en masa de muchos miembros de las Fuerzas Armadas, de muchos sacerdotes y monjas, de muchos profesionales y trabajadores, de mujeres y de niños, sin que ni uno solo de ellos fuera sometido a un proceso legal incrementa mi repulsa no por la relación del Rey con Carrillo sino por el evidente desbordamiento de esa relación. Con ese desbordamiento, con esa “fascinación” no sabe el Rey el terrible daño que ha hecho a miles de españoles entre los que me cuento.

Ricardo de la Cierva

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