miércoles, 16 de febrero de 2011

A Don Francisco de Pizarro.

A pesar de los pesares,
noble sangre de vascongada raíz,
como labriego se fue forjando,
su heroica dignidad hasta morir.

Dicen que fue natural hijo,
y que su familia paterna reconocer
no quiso, pero él tuvo alma aventurera,
y en el nuevo mundo demostró su poder.

Admirador del sevillano Ojeda, y de Vasco
Núñez de Balboa, se forjó en aquellas maravillosas
huestes, recogió conocimientos e ilusiones,
que a posteriori le darían conquistas tan honrosas.

Con la cuartelada de Castilla y León, la cruz
de Santiago, y alguna cruz de Calatrava,
con Vasco Núñez de Balboa descubrió el Mar del Sur,
en el Panamá sembró sus épicas hazañas.

Conquistador, misionero, guerrero, fundador,
Lima, la Ciudad de los Reyes, su cetro,
Los Andes fueron el mejor testigo presencial,
de las campañas de este hidalgo extremeño.

El usurpador Atahualpa tembló de miedo,
las gentes peruanas a los españoles identificaron,
como la encarnación del gran dios Wiracocha,
El río Virú brilló cuando la conquista lograron.

Contra vientos, mareas y desiertos hubieron
de luchar, no obstante, y a pesar de los pesares,
jamás se pensó en la rendición, si bien se tuvo
respeto, por aquellos guerreros tan formidables.

La batalla de Cajamarca revivió la hispana épica,
ciento cuarenta y siete españoles contra más
de treinta mil feroces indios; éstos despavoridos
huyeron, cañones, perros y caballos fueron su pesar.

Como dioses blancos fueron considerados,
cosa que no fue para menos, en los peores
momentos su harta destreza corroboraron,
hicieron fácil lo imposible, con honores.

Pizarro caudillo, guía, firme, tajante,
Trujillo siempre en su amoroso recuerdo,
volver a Cáceres con imperiales glorias,
pudo cumplir su tan anhelado sueño.

En políticas cuestiones le tocó lidiar,
con luces y sombras así se mostró,
el ardor de su hermano mató a Almagro,
y él mismo fue presa de la mísera traición.

Su muerte fue harto triste, impropia
de lo que por tanto peleó en vida,
no obstante es de entender que los héroes,
se van forjando para tan dura lidia,

Pizarro altanero, pujante, severo,
Santo y seña de la fundación de la Nueva Castilla,
leer y escribir falta no hizóle, pues con maestría,
desbordó los propósitos de tan nobles cuadrillas.

Luengas barbas, serio semblante, poderío,
siempre desafiante ante el porvenir,
la espada movió con certera habilidad,
bajo el eterno e hispano dilema de vencer o morir.

Cantares de gesta hechos en vida,
realidad que invita al más dulce sueño,
Pizarro por las Españas siempre presente,
Pizarro, ejemplo para un futuro grande y bueno.


Ordóñez

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