En la orilla derecha del Manzanares, entre los puentes de Segovia y Toledo, en lo alto de un cerrillo, para custodiar el manantial santo cavado a comienzos del s. XII por un labrador de Madrid, Isidro (+ 1170), y para que perdurase la memoria de la visión de los ángeles labrando junto con el santo, se levantó un sencillo oratorio a manera de una casa pequeña hay cuadrada. Muy pronto fue foco de visitas de cristianos de la Villa que acudían para orar. Peregrinaciones no exentas de riesgos, ya que se cuenta que la reina Isabel la Católica, a finales del siglo XV, se vio junto a esta fuente acometida por un oso al que ella misma consiguió matar.
En 1528 la emperatriz Isabel, esposa de Carlos I, hace erigir una ermita en honor de San Isidro a las afueras de Madrid, al otro lado del río Manzanares. En el lugar elegido, según la tradición, el futuro santo labrador -que había vivido en el siglo XII y no fue canonizado hasta 1622-, hizo surgir una fuente milagrosa, golpeando una peña mientras trabajaba los campos de su señor, Iván de Vargas.
La sencilla iglesia que conocemos hoy, en el actual paseo de la Ermita del Santo, fue reedificada en 1725 sobre las ruinas de la construcción primitiva y presenta una única nave con cúpula y linterna. Detrás de la ermita, en el llamado cerro de San Isidro, se asentó en 1811 el Cementerio Sacramental de San Isidro.
Las bulliciosas romerías con las que cada 15 de mayo se celebra la fiesta de San Isidro, patrono de Madrid, están documentadas desde 1575 y fueron maravillosamente plasmadas por Goya. Los romeros acuden con sus cestas de comida a las praderas que rodean la ermita, para dar vida a una tradición que ha logrado mantenerse hasta nuestros días sin perder su peculiar y alegre sabor castizo.
Uno de los días grandes de Madrid es el 15 de mayo, día de San Isidro, patrón de la ciudad y de los agricultores. Es tradicional celebrar una romería y una comida popular en la pradera del Santo.
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