Se dice que al pueblo hay que darle pan y circo para tenerlo contento. La vieja estrategia del “Pan y Circo para el pueblo”, data de la época del imperio Romano, durante el cual con el afán de someterlo, se organizaban toda clase de eventos de entretenimiento, fiestas, festejos y festivales de comida gratis.
La estrategia tiene su explicación. El filósofo alemán Arthur Schopenhauser dice que la maniobra de los emperadores romanos de dar ‘Pan y Circo’ a los ciudadanos para mantenerlos satisfechos y a su favor, resultaba exitosa porque daba respuesta a los dos componentes básicos de la existencia humana: al dolor y a la necesidad se satisfacía con pan, con alimentos obtenidos sin esfuerzo; al hastío, el desánimo y el desgano se respondía con las fuertes emociones del espectáculo en la arena del circo.
En este orden, en la actualidad ¿Qué debemos entender por circo? La respuesta es obvia, todo aquello que distraiga la afligida rutina de la ciudadanía. Todo lo que provoque asombro y se convierta en tema de conversación. Todo lo que suene y parezca excitante.
De lo que se trata es que los individuos piensen, que razonen, que calculen cada acción o escena que se les presenta y para ello los conflictos políticos, las desvergüenzas públicas, y las propuestas utópicas, son imprescindibles.
No se puede culpar al pueblo de ser permeable a estas impresiones si así se lo ha acostumbrado. Y si por ahí la forma en que reacciona no resulta la esperada, la solución es fácil, se debe cambiar el escenario y algunas veces también los actores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario