domingo, 7 de febrero de 2010

Español, no Castellano

El pasado 4 de febrero el señor Zapatero, dio un discurso en Washington, en el desayuno de la oración y vino a decir:
"y permítanme que les hable en castellano, en la lengua en la que por primera vez se rezó al Dios del Evangelio en esta tierra"

En el 1978, cuando se aprueba la Constitución española, una de las cesiones a los separatistas, fue que el idioma oficial de España fuese el castellano en vez del español.
El castellano, era el español que se hablaba en Castilla.
El español es la lengua que se habla desde España hasta las tierras de la Patagonia, desde las tierras hirvientes del norte de África hasta los arrozales de Filipinas.
En Argentina, Uruguay, México, Venezuela, Cuba o Guatemala, en sus Constituciones el idioma oficial es el español, menos en España, cuna del español, que su idioma ofical es el castellano.

Os dejamos un muy buen artículo escrito sobre ese tema, por Eduardo Gracía Serrano

ESPAÑOL, NO CASTELLANO



España es el único país hispanohablante del mundo cuya lengua oficial no es el español, sino el castellano; denominación reduccionista y mortaja de olvido para el nombre de una lengua universal que en todo el mundo se conoce como el español.

El castellano nace literariamente en las Glosas Emilianenses y en las Glosas Silenses, aquellas anotaciones marginales en castellano a los textos latinos que servían a los monjes de Silos y de San Millán de la Cogolla para enseñar latín a los novicios en los siglos IX y X. Aquellos laboriosos monjes de hace más de mil años que, con su afanoso mester de clerecía, convirtieron el latín en castellano no sospechaban que la lengua que ellos cincelaban en sus claustros y refertorios se universalizaría 500 años después, convirtiéndose en el español, cuando las naves de Castilla y Aragón cambiaron el rumbo de la Historia y el curso de la Humanidad al dar con sus proas en las costas del Nuevo Mundo.

Aquellos monjes con sus manos encallecidas pusieron la piedra angular de España, y aquellos españoles del siglo XV hicieron que la elegante toga del español se drapeara en torno a los inmensos hombros de América extendiendo su humedad seminal, creadora de vida y de cultura, urbi et orbi.

Hoy en España el nombre universal de nuestra lengua, el español, es un lastre mal estibado en lo políticamente correcto hasta el punto de haber sido desterrado del texto constitucional que da forma legal al Estado. Por dar satisfacción a los separatistas hace 30 años se aceptó en la Constitución ( entre otras muchas traiciones, entre otras muchas cobardías ) que la lengua oficial de España no fuera el español, sino el castellano. Al aceptar esa nomenclatura reduccionista nos vamos desgajando de nosotros mismos pues su auténtico nombre, el español, encierra todos los parámetros que nos definen histórica, política y culturalmente. Si continuamos dejando que su nombre, el español, se vaya desvaneciendo sin remedio al final morir como mueren todas las cosas, desapareciendo de todas las memorias.

Un grupito de intelectuales y el diario El Mundo han puesto en circulación plebiscitaria un manifiesto bastante timorato en defensa del castellano y no del español, la lengua de Cervantes que, mal que les pese a los separatistas, se expande como un rocío de palabras con mil acentos distintos desde “un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme” hasta los hielos eternos de la Antártida, donde Neruda y Borges perpetúan en la cintura cósmica del sur la lengua que hace mil años nació acunada por el latín y mecida por la paciente laboriosidad de unos monjes en el belén de San Millán de la Cogolla.

Eduardo García Serrano

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